Las primeras referencias
Es casi imposible poder determinar el origen de las trashumancias. En ocasiones se habla que los primeros trashumantes serían tribus que acompañarían a los animales salvajes en sus migraciones naturales. Pero a esto no lo podemos considerar verdaderamente trashumancia.
Para que este sistema ganadero pueda ser considerado como tal, es necesario disponer de una organización. Es posible que los celtíberos ya practicaran la trashumancia. Existen abundantes referencias a la dedicación ganadera de estos pueblos y tenemos constancias arqueológicas de relaciones y desplazamientos entre el norte y el centro peninsular. Es razonable pues pensar que ya estos pueblos prerromanos practicaban una trashumancia ya con algún nivel de organización.
Hay sin embargo autores que piensan que para el desarrollo de la trashumancia hace falta la existencia de un orden político que fuera capaz de estructurar el territorio. Estos autores plantean que organizar recorridos ganaderos a través de territorios de otras tribus o, incluso, otras etnias no se puede considerar como factible. Había pues que esperar a época romana para situar el nacimiento de la trashumancia, al menos de una manera similar a como la conocemos hoy.
Que los romanos practicaron y regularon la trashumancia no cabe ninguna duda. Los testimonios en la Península Itálica son muy abundantes. Merece la pena destacar la ciudad de Sepino, en la provincia de Molise, a la que algunos autores han llamado la “Ciudad de las Cañadas”, situado en un estratégico cruce de vías pecuarias y organizada en torno a la actividad trashumante.